LA ACELERACIÓN DE LA IGNORANCIA



Tan popular se ha hecho la sentencia "sólo sé que no sé nada", atribuida por Platón a su maestro Sócrates, que la tomamos como una ocurrencia, como una gracia aplicable a cualquier situación estúpida. Pero no.

Sin embargo, si nos tomáramos la molestia de recuperar el sentido profundo de esta sentencia, quizá esta sociedad imbécil y orgullosa de serlo tendría alguna oportunidad de remisión. Pero no.

"Sólo sé que no sé nada" sería una confesión perfecta para los cientificistas, por ejemplo. Para estos profesionales de la ciencia que van a salvar el mundo con su charlatanería hueca, errada y herrada. Pero no.

Que la verdadera sabiduría procede del reconocimiento de la propia ignorancia, de nuestras tremendas limitaciones de todo tipo, es la primera verdad que da tono a la condición humana. Pero no.

Manejar muchos tecnicismos, disponer de ingentes medios y recursos y tener autoridad política para crear leyes y obligar a acatarlas, no necesariamente significa que poseas la verdad. Sólo tienes poder. Debieran darse cuenta. Pero no.

No. No saben nada, pero hacen mucho. Con la destrucción y el sufrimiento que ello genera. Estamos en la época de la acción que desprecia la contemplación, de la carrera de Marinetti hacia lo efímero, de "la sombra del avión, qué cabrón, a reacción".

Pero no, ya no hay respuesta. Es hablar por no callar. Ignorantes.

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