¿COVID-19 O GRIPE DE WUHAN?



Nada referente a la Covid-19 es inocente. Se trata de un fenómeno mediáticamente construido, de arriba abajo. Ni tan siquiera es real el supuesto virus que causa la enfermedad, pues no ha sido aislado en laboratorio y, por lo tanto, científicamente hablando, stricto sensu, todavía no existe como tal. Todo en torno a este coronavirus es ideológico.

De hecho, están categorizadas distintas actitudes de la gente ante la enfermedad y las medidas sanitarias que conlleva, algo inédito hasta la fecha. La política se mezcló en seguida con una pandemia que desde el primer día se vinculó con esa Tercera Guerra Mundial velada que están librando las principales potencias en los mercados globales.

Ni su nombre, Covid-19, es neutral. En la dictadura de lo políticamente correcto, las autoridades sanitarias se toman muy en serio el impacto emocional y la imagen que las personas podamos hacernos de una nueva enfermedad. Casi más, opino yo, que la planificación científica y rigurosa de su investigación, algo menos llamativo, más anodino y, sobre todo, sin resultados inmediatos.

La corrupta OMS se preocupó y ocupó -tal y como reveló su director general, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus -de cómo denominar el mal. Controlar a la opinión pública y, por lo tanto, a la población es el cometido central de toda institución pública. "Tener un nombre -declaró Adhanom- es importante para evitar el uso de otras denominaciones que pueden ser inexactas o estigmatizantes". 

Tenían que descartar cualquier referencia a un animal (recuerden la famosa sopa de murciélago o de pangolín...), a un hábito de grupo, a un individuo, a una cultura... Había que evitar cualquier señalamiento o "criminalización", ya saben. En el recuerdo estaba el sida y las referencias en sus inicios, allá por los ochenta, al "colectivo" homosexual, como aquella del "cáncer de los gays".

Y ahora la nueva enfermedad involucraba peligrosamente a China: el "virus chino", la "peste china"... Los mass media, sobre todo los menos controlables, como internet, comenzaban a difundir expresiones inapropiadas. Aprovechando la autoridad de la OMS, lograron imponer el aséptico "Covid-19", palabro construido a partir de siglas científicas y fácilmente pronunciable en cualquier idioma.

Pero la labor "higienizante" de los expertos en comunicación de la OMS no se aplicó a fondo para eludir comprometedoras referencias geográficas, sino para modificar desde el lenguaje la realidad médica y crear otra realidad paralela (neolenguaje) más adecuada a los intereses del poder. Y es que ahora casi nadie se acuerda del nombre oficioso que más circulaba en las primeras semanas: "gripe de Wuhan".

De ningún modo quisieron que se llamara gripe a la nueva enfermedad, a pesar de sus numerosas características coincidentes. La OMS tenía como objetivo marcado declarar a "su" Covid pandemia y lo de definirla como gripe restaba posibilidades al plan de alarma mundial que le venía dictado. Así de sencillo. Machacaron mediáticamente la expresión "gripe de Wuhan", ridiculizando y tildando de ignorante a quien la utilizara.

Año y medio después, destapadas no pocas de las estrategias propagandísticas que han conducido al colosal negocio de las vacunaciones masivas, se puede comprobar que el índice de mortalidad de la Covid es similar al de la gripe estacional. La censura sigue siendo asfixiante, pero poco a poco la verdad se abre paso. Ya aparecen, por ejemplo, declaraciones respecto a las correcciones estadísticas básicas a la baja de los casos y del número de fallecidos que no se han aplicado. Saldrán más cuestiones obvias en este sentido. 

El plan se está cumpliendo y el oscurantismo y la opacidad se van disipando a medida que los estados rubrican los contratos multimillonarios con las farmacéuticas. En unos pocos años la gripe de Wuhan será una anécdota, como lo son la gripe A o el síndrome respiratorio del medio oriente (MERS). Habrá quizá alguna sentencia condenatoria para un chivo expiatorio, como la de Margaret Chan, directora de la OMS con el escándalo de las vacunas para la gripe A. Pero la mayoría de los poderosos habrá vuelto a ganar.

Hasta la próxima maniobra, covidiotas.


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